Mi madre tenía una cámara compacta que hacía dos copias de cada toma fotográfica, el negativo se dividía en dos.
¿Por qué sería? me preguntaba, teniendo apenas diez años.

Tiempo después, ya a los 14, hice mi primer taller de fotografía en el instituto donde estudiaba: ¡fue mágico! Descubrí entonces que la fotografía era mi vocación, aquello con lo que me sentía viva.

Así, además de ser autodidacta, me formé inicialmente en Bilbao y a nivel profesional en Madrid, en la escuela de fotografía EFTI.

Fotografiar es
colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje
Henri Cartier-Bresson
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